Las fiestas de pueblo de la serranía ecuatoriana se acompaña de comunidades más pequeñas como la de deportes locales, seguidores de solo ciertos tipos de música, jinetes, y fans de las peleas de gallo. 

En el costado sur, al pie de la plaza principal, un pequeño letrero indica, "Asociación de Galleros de Tixán" hacia dentro, por un callejón estrello, se descubre poco a poco, un patio de noche oscuro, con un techo metálico que cubre el coliseo miniatura donde se enfrentan los gallos. 

El procedimiento dicta que los interesados presentan sus gallos junto a los demás propietarios, luego, en base al peso, altura y contextura, los dueños deciden si su gallo pelea o no, los miden en paralelo y analizan que tipo de gallo es el contrincante, ¿Es de los que pelean arriba? (brincan) ¿O es de los que pican el cuello? 

En los minutos antes de que se suelten los gallos, los corredores recolectan las apuestas, los conocedores, por sabios, viejos o por ser familia del gallero, vocean las probabilidades y el ratio entre las apuestas de los dos. Como el que no quiere que lo escuchen pero aún así lo grita, conversan de las proezas de aquel gallo u otro gallo. 

Con las manos juntos sobre su gallo, como rezando, les dicen al oído ciertas frases, palabras que reconocen de su entrenamiento, palabras de amor y valentía. 

Frente a frente se presentan los gallos, haciéndolos enojar, reconociendo su "enemigo" permitiendo una mínima cantidad de daño entre ellos, luego, el reloj se reinicia, y se sueltan los gallos. 

Hay peleas que no pasaron de los 20 segundos, gallos famosos que arrancan la cabeza de su oponente de inmediato, en otras instancias, pasan ronda tras ronda, hasta que al final de la tercera, aquella noche en Tixán, sonase la campana con los dos gallos de pie y un tremendo empate. 
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